Neurociencia aplicada al liderazgo
Entender cómo actúa nuestra mente es un campo apasionante de la ciencia que aún tiene muchas incógnitas por despejar y, por supuesto, también cómo aplicar esos descubrimientos para mejorar la gestión personal y el liderazgo.
Nuestra mente es maravillosa; tanto es así que no tenemos la certeza absoluta de cómo funciona. En este sentido, la neurociencia se ha dedicado tradicionalmente a conocer el funcionamiento del sistema nervioso. En los últimos tiempos ha ido más allá de cómo funciona el cerebro, intentando descifrar la repercusión que tiene en nuestras conductas, pensamientos y emociones.
Por supuesto, todo este saber y descubrimientos de la neurociencia tienen aplicación en innumerables campos, entre ellos el de mejorar la gestión personal y el liderazgo en los equipos de las organizaciones.
Líderes resonantes
La forma en la que funciona nuestro cerebro determina qué tipo de liderazgo ejercemos, cómo nos desenvolvemos en situaciones específicas y cómo reaccionamos ante el cambio.
Recientes investigaciones de la neurociencia distinguen entre el liderazgo resonante y disonante. Los grandes líderes son los que ejercen el primero de ellos y la clave no reside en la persona en sí misma, sino en la relación que es capaz de establecer con los demás. La base está en que a las personas no se las convence con argumentos racionales, sino emocionales.
Así, el liderazgo resonante es aquel en el que el líder sintoniza con los sentimientos de las personas y es capaz de llevarles hacia una dirección emocionalmente positiva. Logra conectar son sus interlocutores, llegando incluso a transformar positivamente sus estados de ánimo. Un equipo liderado de forma resonante es más innovador y desprende optimismo, entusiasmo y compromiso.
¿Cómo conseguirlo? Es fundamental que el líder sea capaz de controlar adecuadamente sus propias emociones y potenciar sentimientos positivos. Solo así será capaz de crear la resonancia en su equipo.
Líderes disonantes
Por el contrario, un liderazgo disonante implica un líder tan desconectado de los sentimientos del grupo que moviliza sus emociones negativas en lugar de las positivas. Ello crea una espiral de frustración que termina en rencor, resentimiento, incluso en rabia.
Este líder no es capaz de empatizar con las emociones ajenas y ello hace que el equipo se centre en el malestar que se genera, desviándose de sus objetivos y con la consiguiente disminución del rendimiento.
De disonante a resonante
El estrés genera líderes disonantes, ya que activa el sistema nervioso liberando adrenalina, noradrenalina y cortisona, un contexto propicio para la disonancia. Todos podemos padecer estrés; un líder puede renovarse para ser un líder resonante o volver a serlo. ¿Cómo? A través de experiencias o actividades que le enriquezcan y activen su sistema parasimpático, el responsable de regular el descanso, la digestión y el sueño. Por ejemplo, a través de paseos por la naturaleza, la práctica del yoga, la meditación, la risa, la compasión, el juego, etc.
De esta forma consigue aminorar la actividad del lóbulo prefrontal derecho, que conecta con los estados de ánimo más negativos, y activar las zonas del cerebro prefrontal izquierdo y sus redes neuronales vinculadas con la empatía.