¿Quién dijo miedo?
Las empresas deben decidir entre la gestión del miedo o el no miedo. La primera ha funcionado durante años, pero hace tiempo que dejó de tener cabida en el entorno actual.
El miedo tiene mala fama. Sin embargo, es una emoción básica que tenemos los humanos y animales y que tiene una función esencial: nuestra supervivencia. El miedo hace que reaccionemos rápidamente ante un entorno peligroso o que nos retiremos cuando nos sentimos amenazados. Sin miedo, moriríamos como auténticos temerarios.
El problema surge cuando sentimos un miedo disfuncional que no está justificado. En este caso, puede paralizarnos, como el miedo a hablar en público, a emprender un negocio, a cometer un error…
Miedo al error
Lo mismo sucede en los entornos de trabajo. Es racional que las personas sientan miedos lógicos, por ejemplo, a perder su trabajo, a que empeoren sus condiciones laborales, a equivocarse, etc. Ante estos miedos, los jefes o directivos pueden actuar de dos formas: fomentando este miedo como un mecanismo de control o gestionándolo mediante el liderazgo, brindando tranquilidad y apaciguándolo.
En el primer caso, conseguirá que el miedo paralice a su equipo, mermando la creatividad, dificultando la toma de decisiones, fomentando empleados inseguros, con temor a equivocarse o, incluso, capaces de todo con tal de ocultar un error.
En el segundo caso, por el contrario, generará un ambiente de confianza, de comunicación, fomentará una cultura que no penalice el error e impulsará las nuevas ideas y la innovación.
“No miedo”
Así se titula un reconocido libro de Pilar Jericó donde explica con claridad cuáles son los miedos personales que mayor incidencia tienen en el día a día de las empresas; el precio que estas pueden llegar a pagar por la presencia de esos miedos mal administrados; y los desafíos que tiene que asumir la empresa para aislar los efectos nocivos de sus propios temores.
Para ella, las organizaciones deben decidir entre la gestión del miedo o del no miedo. Jericó explica que, durante mucho tiempo, el miedo ha sido el modelo clásico de gestión de las compañías y ha funcionado muy bien. ¿Por qué? Porque se trataba de un mercado estable, con una competencia previsible y clientes obedientes, donde los empleados podían actuar como autómatas.
Ahora bien, la competencia desestabilizó los mercados y en la nueva “pista de baile” no hay cabida para el miedo. Se necesitan empleados alineados con la misión de la compañía, comprometidos con sus clientes, con capacidad de tomar decisiones, y donde se requiere creatividad e innovación.